lunes, 17 de agosto de 2015

LOS MANISEROS

LOS  MANISEROS


En las plazas siempre se encontraba un tanque de tostado negro a carbón o gas decorado para simular las formas de una locomotora a vapor, donde se colocaba maní natural y se lo tostaba. Por unas pocas monedas uno recibía un cono de papel lleno hasta desbordar con maní tostado y con su cáscara. Una golosina sana y natural que en las tardes de fresco ayudaba a calentar las manos.


Cuando llegaron los inmigrantes europeos traían consigo muchas costumbres de venta callejera, por ejemplo los italianos y españoles acostumbraban vender castañas asadas en una lata circular (muy parecida a una pizzera) sobre un tacho con leña que servía de calentador. Aquí se encontraron con el maní y tuvieron que modificar la forma de venderlo.


Algunos tenían un cilindro colgando con una correa y usaban para medir su venta, una lata pequeña de conserva de tomates y agregaban algunos maníes más con la mano, todo despachado en un cucurucho de papel de diario.

Otros  maniseros que trabajaban en la zona mas paqueta de la ciudad, disponían de un hornito más sofisticado que semejaba una vieja locomotora pintada en colores vivos y echando humo por la chimenea, además de llevar la mayoría una corneta colgada del cuello para anunciar su presencia.

Sus clientes eran en su mayoría infantiles que a la salida del colegio o en las plazas y también en las calesitas compraban el rico maní calentito.

A “LOS MANISES CALIENTES” pregonaba el casi siempre viejo manisero italiano, que agregaba la frase, a cinco centavos y con yapa.

Ofrecía, además de los maníes tostados, pochoclos, manzanas recubiertas por caramelo, garrapiñadas y otros golosinas. 

Era un vendedor emblemático de plazas y paseos porteños. 

Alguno de ellos, durante el verano, cambiaban el rubro a heladero. 


Lindos recuerdos de la infancia de un Buenos Aires del pasa

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