viernes, 28 de agosto de 2015

LOS BIZCOCHOS CANALE

LOS BIZCOCHOS CANALE



En el año 1999 se dejaron de fabricar estas deliciosas tostadas dulces.
Las comimos de chico y se las dábamos a nuestros hijos, porque tenían la fama de ser las más saludables.

También eran la única comida cuando había descomposturas de estomago.-

Hoy ya no existen gracias a que nos imponen marcas extranjeras, y ésta fue adquirida para que pase al olvido.


La ex fábrica de bizcochos posee una historia centenaria. Fue en el año 1875 cuando don José Canale apostó a una pequeña panadería en Defensa y Cochabamba. Los años pasaron y el crecimiento del restaurant - fábrica hizo que Canale se instalara como la panadería del barrio. El renombre que tomó su industria llevó al inmigrante genovés a mudarse a Martín García 320, frente al Parque Lezama. El tiempo pasó se convirtió en una de las grandes fábricas del sur de la ciudad, una firma que se instaló en el corazón de los argentinos desde su nacimiento. Incluso, luego de la muerte de su fundador, la fábrica comenzó a ser manejada por la viuda e hijos y siguió su camino de industria nacional. 

Desde 1910 hasta 1994 el límite entre Barracas, La Boca y San Telmo estuvo unido por la fábrica de bizcochos y galletitas, que fue uno de los ejemplos industriales que tuvo el país, y que hoy en día se ha transformado en Patrimonio Cultural de la Ciudad. En la década del ´20, cuando Argentina era el granero del mundo, lanzaron los bizcochos Canale. En los años ’50, fue el turno de los dulces y mermeladas, y en los ‘70 aparecieron las Cerealitas. 


En 1985, un incendio que consumió gran parte de la fábrica, hizo que la firma Canale no pueda recuperase. En 1994 la industria de galletas que había funcionado durante un siglo fue vendida al grupo Macri, ya que como en la mayoría de las fábricas nacionales, las deudas –68 millones de dólares- eran inafrontables. En la década de los ´90 la marca de la histórica industria típica de barrio del sur porteño, se vendió a una empresa multinacional. En 1999 la empresa Canale, al igual que Terrabusi, pasó a formar parte de la multinacional estadounidense Nabisco, luego de una millonaria puja con el grupo Macri. Lo mismo le sucedió al primer edificio que albergó a José Canale, en Defensa al 1200, transformado ahora en lo que es una torre y galería comercial. La fábrica es en la actualidad propiedad de la inmobiliaria Bullrich S.A. Esta empresa, además trabaja conjuntamente con el estudio de arquitectura Mc Cormak y asociados, casa FOA, entre otras empresas con capitales extranjeros.

jueves, 27 de agosto de 2015

LA COCINA ECONOMICA

LA COCINA ECONOMICA



Cuando el gas no se comercializaba para uso doméstico, en las casas se utilizaba para cocinar las famosas "cocinas económicas".

Eran a leña o a carbón.

También servían como calefacción

jueves, 20 de agosto de 2015

LOS LIBROS DE CUENTOS INFANTILES DE CONSTANCIO C. VIGIL

LOS LIBROS DE CUENTOS INFANTILES DE CONSTANCIO C. VIGIL

Felices recuerdos de mi infancia fueron los libros de Constancio C. Vigil, en especial el libro UPA con el cual nos introdujimos en el aprendizaje de la lectura. El libro UPA nos invitaba a hojearlo y querer aprender a leer.
Les acompaño distintas tapas de esos libros













lunes, 17 de agosto de 2015

EL RADIOTEATRO “LAS AVENTURAS DE TARZÁN”

EL RADIOTEATRO “LAS AVENTURAS DE TARZÁN”



Para muchos argentinos que eran pibes en los primeros años de la década del 50, el que suscribe incluido, la hora de tomar la leche trae ecos de chocolatada y bramidos de elefantes. De lunes a viernes, a las 17.30, la empresa de leche chocolatada Toddy auspiciaba, por Radio Splendid, "Tarzán", un radioteatro de quince minutos que pronto ganó la afición de los chicos de la época.


Era el aliciente para que dejáramos de jugar y volviéramos a casa a tomar la leche.

Inicialmente el programa iba a las 17.30 pero llegaron tantas cartas (eran bolsas y bolsas diarias) pidiendo que empezara más tarde porque los chicos no habían llegado aún de la escuela, que lo cambiaron para las 18 horas.


La estrella máxima era César Llanos, un hombre que no provenía del medio y que al terminar el programa dejó la actuación.
Mabel Landó, que hacía el papel de Juana, estudiaba en el Conservatorio de Arte Dramático cuando acompañó a una amiga que iba a rendir una prueba en el Palais de Glace, para entrar en el radioteatro de Carmen Valdez y Roberto Airaldi. Como faltaba la compañera de Luis Medina Castro le pidieron que diera pie a los textos que él debía interpretar y en definitiva fue ella la seleccionada. Poco tiempo después la contratan para interpretar a Juana en reemplazo de Nelly Beltrán que lo estaba haciendo.

Otros participantes eran Juan Carlos Dusó, en el indio Wali, Alfredo Navarrine como el profesor Philander y Miguel Banni como el capitán Darnot (estos dos últimos ya fallecidos al igual que Llanos).


Pero una de las estrellas del programa era, Tarzanito, el hijo de Tarzán, incorporado al programa tras un concurso organizado por la revista Billiken, que no fue otro que Oscar Rovito. 

Pero la estrella tras bambalinas era Martín Clutet (luego director de cámaras en TV), encargado de los efectos especiales, tarea que alguna vez supo desempeñar Alberto Olmedo en sus inicios. Y los sonidos de sala estaban a cargo de un maestro del medio, el gran Ernesto Catalán, toda una leyenda en la radiofonía nacional. 

El famoso grito de Tarzán fue grabado por un tenor. Los actores colaboraban haciendo voces en segundo, tercer plano, directamente contra las paredes y las voces y los gritos de los indios mientras Tarzán y Wali (en primer plano) discutían con los jefes de las tribus. Clutet y Catalán usaban una suerte de gran lampazo, de hojas de papel, removidas dentro de una gran palangana para recrear los pasos entre las malezas. El paso de Tantor -el elefante de Tarzán que no figuraba en el libro original sino en la versión teatral- se hacía con dos sopapas en fuentones grandes llenas de papel de diario y los pasos en la arena se lograban haciendo girar dos medios cocos en una caja llena de sal.


Era muy pintoresco los gritos, en segundo o tercer plano, alejándose del micrófono; el ruido de pasos en las malezas (hechas con un lampazo de hojas de papel, removidas dentro de una gran palangana) y las sopapas manipuladas en dos fuentones llenos de agua, que simulaban el paso del elefante Tantor, siempre acompañada con la frase: "Uge, Tantor, uge" (algo así como "Huye, Tantor, huye", en lengua ignota). 

Pese al éxito, los anunciantes tenían la idea de que el programa no era escuchado por nadie. A Jorge Rey, se le ocurrió hacer un desfile por la Av. Santa Fe, el día de la primavera, con el elenco caracterizado para ir a la selva. Fue tal la repercusión que, se cuenta, ese fue el origen de los festejos del día de la primavera en Buenos Aires. Tal concurrencia llevó a decir al entonces Presidente Perón: "Pero, caramba, ésos llevan más gente que nosotros". 

Pese al éxito del desfile, los productores no le dieron el aumento de sueldo que pedían los actores, planteo salarial que se repitió en 1955, con igual resultado. Casi todo el elenco renunció y el programa, con otras voces, sólo resistió poco tiempo más, luego de cinco años de ocupar las tardes de los chicos porteños. 


LOS MANISEROS

LOS  MANISEROS


En las plazas siempre se encontraba un tanque de tostado negro a carbón o gas decorado para simular las formas de una locomotora a vapor, donde se colocaba maní natural y se lo tostaba. Por unas pocas monedas uno recibía un cono de papel lleno hasta desbordar con maní tostado y con su cáscara. Una golosina sana y natural que en las tardes de fresco ayudaba a calentar las manos.


Cuando llegaron los inmigrantes europeos traían consigo muchas costumbres de venta callejera, por ejemplo los italianos y españoles acostumbraban vender castañas asadas en una lata circular (muy parecida a una pizzera) sobre un tacho con leña que servía de calentador. Aquí se encontraron con el maní y tuvieron que modificar la forma de venderlo.


Algunos tenían un cilindro colgando con una correa y usaban para medir su venta, una lata pequeña de conserva de tomates y agregaban algunos maníes más con la mano, todo despachado en un cucurucho de papel de diario.

Otros  maniseros que trabajaban en la zona mas paqueta de la ciudad, disponían de un hornito más sofisticado que semejaba una vieja locomotora pintada en colores vivos y echando humo por la chimenea, además de llevar la mayoría una corneta colgada del cuello para anunciar su presencia.

Sus clientes eran en su mayoría infantiles que a la salida del colegio o en las plazas y también en las calesitas compraban el rico maní calentito.

A “LOS MANISES CALIENTES” pregonaba el casi siempre viejo manisero italiano, que agregaba la frase, a cinco centavos y con yapa.

Ofrecía, además de los maníes tostados, pochoclos, manzanas recubiertas por caramelo, garrapiñadas y otros golosinas. 

Era un vendedor emblemático de plazas y paseos porteños. 

Alguno de ellos, durante el verano, cambiaban el rubro a heladero. 


Lindos recuerdos de la infancia de un Buenos Aires del pasa

domingo, 16 de agosto de 2015

EL CARRITO ROJO DEL PANADERO



¡Que rico era ese pan! 

Mucho mejor que el de la panadería. 

Esperábamos ese carrito rojo, de la “panificación”, que era precedido por el reiterado sonar característico de su corneta. 

Nuestras madres salían a su encuentro. El repartidor detenía el carrito, bajaba, anunciaba sus productos, las novedades, y mostraba su carga, abriendo la puerta trasera del carrito. 

Pan Lactal, francés, pan negro integral, baguettes, facturas, emperadores, budines, dulces y todo lo rico que uno deseara. 

La modernidad se lo tragó.

sábado, 15 de agosto de 2015

LA RADIO SPICA

LA RADIO SPICA


¿Quién no tenía una radio Spica en mis años mozos. La llevábamos a todos lados, a la cancha, al colegio durante los grandes premios, a la cama, a escuchar música acostados, en fin, a todos lados.

Cuando la radio se popularizó y al volverse portátil generó un punto de quiebre en la historia de nuestro desarrollo tecnológico, salvando las distancias, significó un avance equiparable al de la actual Internet.

La fábrica que construyó masivamente esta radio fue fundada en el año 1939, con la marca JAPAN TRANSFORMER WORKS Co. Ltd., dedicada como lo dice su nombre, a la fabricación de transformadores eléctricos. Pero acorde a los cambios en el año 1945, cambia su nombre por el de SANRITSU ELECTRIC Co. Ltd. nombre que aparece en las etiquetas de su producto más noble: la Spica

La fabricación de sus radios a transistores recién comenzó en el año 1955, llegando al record de más de un millón de receptores en diciembre de 1964, correspondiendo el mayor porcentaje de dicha producción al famoso modelo ST 600, que fuera exportado a todo el mundo.

Sintonizaba exclusivamente emisoras de AM (amplitud modulada), o lo que en ese tiempo se denominaba onda larga.

Llevaba 4 pilas AA de bajo rendimiento, y cubría la banda de 535 a 1605 khz. Tenía 6 transistores PNP de Germanio, 5 bobinas y dos transformadores, para la etapa de sonido. (Son 6 transistores Thosiba Serie 2S (2SA52, 2SA53, 2SB54 y 2SB56 a la salida en clase B conC transformador). Rango 535 a 1605 Khz. ,F.I. de 455 Khz.)

La recepción era muy buena y el sonido nítido. Por las noches, con buen clima y la Ionósfera despejada, se podían sintonizar emisoras del interior, algunas de Uruguay que siempre nos contarían la verdad de lo que ocurría en Argentina, cosa que durante las épocas de la represión y la guerra nos permitía estar mejor informados.


viernes, 14 de agosto de 2015

PLANCHAS A CARBON Y PLANCHAS DE HIERRO

PLANCHAS A CARBON Y PLANCHAS DE HIERRO


Antes del uso de la electricidad en los electrodomésticos se utilizaban otros métodos para cubrir las necesidades hogareñas.

La plancha que vemos en la fotografía se calentaba al fuego y a continuación se pasaba sobre la ropa para dejarla lisa, era un método laborioso ya que cuando la plancha se enfriaba ya no cumplía su función y tenían que volverse a calentar. Por este motivo, lo normal era tener más de una plancha y mientras se utilizaba una el resto se calentaban.


Este sistema se utilizó hasta principios del siglo XX donde se idearon varios sistemas para evitar que la plancha se enfriara y tener que volver a calentarla constantemente. Y las primeras planchas, generalmente realizadas en hierro, se calentaban al fuego, para hacer efectiva la labor del planchado era necesario utilizar dos planchas pues mientras una se estaba utilizando la otra se calentaba sobre la estufa. 


Posteriormente aparecieron las planchas huecas que se cargaban de brasas, denominada también plancha a carbón.
Un sistema muy popular y extendido consistió en fabricar una plancha que se destapaba como una caja, en su interior se colocaban trozos de carbón que mantenían el calor en el interior más o menos constante.

En el Siglo XIX aparecieron las planchas de lavandería que se calentaban sobre fogones en un principio, hasta que se comenzaron a aplicar otros métodos, como el agua caliente, gas o alcohol.

En la antigüedad la ropa sin arrugas han sido un símbolo de ostentación, refinamiento, pulcritud y categoría social durante más de 2.500 años. Nunca fue fácil conseguir este efecto. Las planchas antiguas primitivas empleaban la presión. Sólo algunas utilizaban el calor para eliminar arrugas o formar pliegues en las prendas recién lavadas.

En el siglo IV a.C., los griegos usaban una barra de hierro cilíndrica calentada, similar a un rodillo de amasar, que se pasaba sobre las ropas de lino para marcar los pliegues.
Dos siglos más tarde, los romanos ya planchaban y alisaban con un mazo plano, metálico, que literalmente martilleaban y plastaban las arrugas. Con estos dispositivos, el planchado era una tarea prolongada y tediosa. Era un trabajo que hacían los esclavos.
Los vikingos del siglo X apreciaban las prendas exentas de arrugas. Empleaban como plancha una pieza de hierro en forma de hongo invertido, que movían adelante y atrás sobre la tela húmeda. La ropa planchada y con pliegues marcados servía para establecer la distinción entre las clases altas y bajas. Los campesinos no tenían tiempo para planchar con tanto esmero, y los pliegues eran un signo externo de que se contaba con esclavos o sirvientes.

Hacia el siglo XV, las familias europeas acomodadas utilizaban la plancha llamada “de caja caliente” provista de un compartimiento para carbón o un ladrillo previamente calentado.

Las familias más pobres todavía utilizaban la plancha sencilla de hierro, con mango, que se calentaba periódicamente sobre el fuego. La gran desventaja de esta plancha era que el hollín se adhería a ella y pasaba a las ropas.

miércoles, 12 de agosto de 2015

“LA COCINA VOLCÁN” Cocina a kerosene

“LA COCINA VOLCÁN” Cocina a kerosene
 
 

  Uno de los primeros pasos hacia la liberación de los agobios domésticos fue la difusión de las cocinas de gas de querosén. 
Antes de la década del 40, la marca Volcán pasó a ser emblemática. 


Este avance tecnológico permitió a las amas de casa superar los arduos manejos de las cocinas a leña y los braseros del calentador. 

Pero aun así debieron incorporar otros hábitos, ya que las nuevas cocinas exigían un nivel constante de combustible en sus tanques de bronce; debía calentarse el gasificador ( o quemador) con alcohol , y periódicamente había que bombear para mantener la presión necesaria de modo que el querosén entrara pulverizado y se gasificara adecuadamente.

Esta modalidad resultó imprescindible mientras el gas envasado o natural, no llegaba. 

Los fabricantes variaban modelos para estimular las ventas: se pasaba de dos a tres hornillas, con termómetro incorporado y luego con visor, en la puerta del horno. 

En algunos tipos una tapa integral cubría toda la cocina y la convertía en mesada temporaria.

Su funcionamiento requería que periódicamente se limpiaran los gasificadores , tarea que cumplían los servicios oficiales,talleres que se improvisaban para reparar y atender artefactos de este tipo. 
Había que descarbonizarlos, quitarles la grasitud acumulada y


cambiar las agujas que regulaban el paso del querosén gasificado.  

sábado, 8 de agosto de 2015

Vendedores ambulantes en la Buenos Aires de antaño

Vendedores ambulantes en la Buenos Aires de antaño

La figura del vendedor ambulante ha sido una de las más representativas de la antigua Buenos Aires. Desde la época de la colonia hasta mediados del siglo XX, lecheros, verduleros, fruteros, panaderos, aguateros y muchos otros trabajores "especializados" de la venta ambulante supieron recorrer las calles de la ciudad para abastecer a las familias de todos los barrios porteños y suburbanos. De aquella enorme variedad hoy sólo subsisten los soderos y los diarieros, amén de algún que otro agónico sobreviviente en el ámbito de los huevos, las frutas y no mucho más que eso. En esta ocasión nos vamos a ocupar de los representantes de tres ramas de la venta ambulante muy populares en los viejos tiempos y actualmente extinguidas por completo: el vendedor de pescado, el carnicero y el cigarrero.
Resulta francamente complicado imaginar en nuestros días a una persona ofreciendo el pescado por la calle, pero tal cosa era más que corriente en el lejano ayer, cuando un Río de la Plata aún no contaminado ofrecía la posibilidad de obtener una amplia variedad de especies ictícolas comestibles que llegaban desde las desembocaduras del Paraná y el Uruguay. A ello ayudaba, asimismo, la inexistencia de represas y otros impedimentos para la aparición de los apetecibles ejemplares en las costas cercanas a la metrópolis. El lugar más utilizado para la pesca de costa era el extenso paraje llamado entonces "Tierra del Fuego", que comprendía la ribera del río desde Retiro hasta el bajo de Belgrano (1). Allí, los pescadores desarrollaban su actividad en horas tempranas para luego salir a ofrecer su mercadería por las calles. En algunos casos, al pescado fresco se sumaban ciertas piezas de caza como perdices y otras aves. Las fotos siguientes datan de la décadas de 1860 y 1890, respectiva y aproximadamente. El segundo caso resulta más interesante por su valor vivencial y sus detalles llamativos, como la gente de color en el fondo y el cigarro que está fumando el comerciante callejero de marras.

Otro representante de tan cotidiana actividad era el carnicero. José Antonio Wilde describe sus vehículos/puestos como "unas carretillas con toldos y costados de cuero en que se vendía la carne colgada en ganchos". Por lo visto, las cosas no cambiaron mucho entre los tiempos a los que se refiere esa reseña (1810 a 1830) y las décadas finales del siglo XIX, cuando la proliferación de las carnicerías como comercios fijos y bien establecidos en ferias y locales de barrio terminó con este modismo comercial andariego, al igual que con el de los vendedores de pescado. De manera concomitante, el paso de los años trajo consigo la puesta en vigencia de normas cada vez más estrictas en todo lo relativo a la seguridad alimentaria y la salubridad pública, especialmente a partir de las epidemias de cólera (1867) y fiebre amarilla (1871) que azotaron a la "Gran Aldea". Con todo, vale una imagen para recordar su estampa pintoresca.
Un último tipo de vendedor ambulante muestra una faceta Completamente distinta de la cuestión, ya que al no contar con impedimentos derivados de la frescura (o la falta de ella) exigible a sus productos, logró sobrevivir hasta bien entrado el decenio de 1960. Nos referimos al cigarrero ambulante, el que armaba su "puestito" en diferentes puntos de la ciudad, casi siempre en sitios de mucho movimiento. La foto que ilustra el caso data de 1900-1905 y pertenece al conocido fotógrafo norteamericano Harry G. Olds, quien tuvo el buen tino de dejar testimonios visuales sobre la vida callejera de diferentes ciudades de Latinoamérica, como Buenos Aires y Valparaíso, con un notable hincapié en los vendedores ambulantes de todos los tipos.
Elegí poner esta foto más grande (2) para referirme a algunos detalles interesantes. Por ejemplo, lo escueto y precario de la instalación no impedía cierta variedad de productos, compuesta por diversos cigarrillos y una pequeña selección de cigarros. El paquete abierto en el extremo derecho es de toscanos o, en su defecto, de caburés (especie de medio toscano más grande), y se trata del mismo producto que está fumando el vendedor. También se visualiza claramente la marca que "auspiciaba" el puesto, producida y comercializada por "La Abundancia" (3),  mientras que en el fondo se observa un cartón de Dandicito, célebre etiqueta de la fábrica "La Invencible". El lugar de la toma, sin ningún lugar a dudas, es el puerto de Buenos Aires, más precisamente la zona de Puerto Madero.
Pescadores, carniceros y cigarreros ambulantes: imágenes de tiempos idos, pero no por ello olvidados

Notas:

(1) El lugar era bastante célebre por su fama de "malevo" y porque allí se refugiaba lagente de avería, como se denominaba a los marginales de la época. Vale la pena tener en cuenta que la franja mencionada era mucho más estrecha que la actual, ya que a la altura de Belgrano el río llegaba a bordear la avenida Libertador y frecuentemente inundaba la estación de tren, durante las crecidas más fuertes.
(2) El autor de este blog recién acaba de darse cuenta cómo hacer para manejar el tamaño de las fotos. Por ello, aquí va más grande la foto del Paseo de Julio mencionada y analizada en la entrada del 4/11 "Cafés, Fondas, Boliches y Bodegones en el Paseo de Julio", con el cartel de la cigarrería señalado con flecha y círculo.
 
 (3) Establecimiento mencionado por Domenech en la Historia del tabaco. Ver entrada anterior.

FUENTE: http://consumosdelayer.blogspot.com.ar/2011/12/vendedores-ambulantes-en-la-buenos.html

miércoles, 5 de agosto de 2015

EL AGUATERO

EL AGUATERO



El aguatero, como su nombre lo indica, vendía agua. Era un personaje muy importante para los barrios porque en esa época no había cañerías que transportaran el vital elemento a las casas, por lo que las personas dependían exclusivamente de este señor para asearse y beber.

Se reunían en las principales fuentes de las ciudades para abastecerse de agua y distribuirla a las casas de los compradores o venderla por la calle.

Con la llegada del servicio de agua potable a principios de 1900, el oficio de aguatero empezó a caer en desuso y desapareció.


Los aguateros andaban encima de una mula con dos pequeños barriles, uno a cada lado del animal sobre una armazón de madera.
Vestían un sombrero cónico y un delantal de cuero. Llevaban una vara con un garfio en la punta, haciendo sonar un cencerro para anunciar su presencia. Cuando alguien se acercaba a comprar, el aguatero soltaba una de las dos tinajas y sostenía la otra con la vara para evitar que se cayera por la falta de contrapeso.

A comienzos del siglo XIX, la capital argentina, con unos 40.000 habitantes, había desarrollado un reglamento para los aguateros (en su mayoría esclavos de la población negra de la ciudad) marcando los puntos de carga del agua del Río de la Plata, con edictos de la Policía, hasta que brotes epidémicos hicieron necesario traer el agua río arriba, lejos de la costa.


Los "aguateros llevaban en sus pipones de agua del río sobre dos grandes rudas conducidas por bueyes", sistema que funcionaría hasta la conducción de aguas corrientes, ya al final del siglo XIX. De aquel periodo han quedado en la memoria de la tradición pregones y cantinelas como esta:

"Agüita fresca traigo del río,
para que tomen todos los días. ¡aguateroooooo!
¡Agua, agüita para las damas bonitas!.
Soy el aguatero; reparto el agua que al gran río voy a buscar. Es agua dulce para lavarse, preparar mate
y amasar."


Había buenos aguateros y honrados, pero, hay que decirlo, había también otros irresponsables que llenaban sus barriles con agua sucia o en lugares donde otras personas lavaban ropa y daban de beber a los animales. Las autoridades hacían lo posible por fiscalizar para que eso no ocurriera y realizaba controles, pero había demasiados aguateros.

sábado, 1 de agosto de 2015

Arroyos de la zona de Retiro y Recoleta

Arroyos de la zona de Retiro y Recoleta


Buenos Aires tiene un subsuelo rico en arroyos, los cuales han quedado entubados y por lo tanto olvidados de la memoria colectiva. Pero cada vez que llueve aparecen con su caudal ocasionando todo tipo de trastornos. Incluso muchos de ellos perjudican los sótanos  de los edificios linderos. Son arroyos de llanura, por lo tanto tienen recorridos con muchas curvas antes de desembocar en el Río de La Plata o el Riachuelo.
El Tercero del Medio se lo conocía como el Zanjón de Matorras, es uno de los arroyos de caudal considerable que desemboca en Retiro. Nace en el cruce de las avenidas Entre Ríos e Independencia, atravesaba Plaza Lorea antiguamente, pasa porViamonte y luego por  Paraguay en su tramo final. Antes desembocaba en las cercanías de la plaza San Martín.  Este arroyo ha inundado el tercer sótano del Teatro Colón, inutilizándolo por completo.
El arroyo Ugarteche nace en Juncal y Libertad, barrio de Retiro, luego se aleja de la costa por Juncal y luego de realizar una curva regresa por Ugarteche desembocando en el cruce de Costanera y  Sarmiento.

Otro zanjón de la zona bajaba hacia el río entre Montevideo y Rodríguez Peña, pero no podemos precisar su actual curso o si fue desviado su cause. El Tercero del Norteo arroyo Manso, nace  en el cruce de las calles Venezuela y Saavedra, en el barrio deBalvanera. Realiza su recorrido  por 24 de Noviembre, la Avenida Corrientes, Paso yPasteur, luego toma por la avenida Córdoba e ingresa al barrio de Recoleta por  Sánchez de Bustamante, llegando al río por Gallo y Austria. Sus aguas afectan  considerablemente los subsuelos de la Biblioteca Nacional, donde se encuentran los depósitos de  libros y sufre la humedad que éste provoca y nunca pudo ser resuelta. Afectó también la construcción del Altar a la Patria en la década del setenta, la cual fue suspendida definitivamente, al encontrarse con su cause. En la actualidad provoca inundaciones en Libertador y Austria los días de lluvia.  Del arroyo Manso sale un pequeño curso de agua, conocido como arroyo del Pilar en Recoleta, que si bien no se conoce su curso en la actualidad, provoca problemas en las bóvedas de cementerio de Recoleta y el estacionamiento subterráneo de la plaza Intendente Alvear.  La importancia de conocer el subsuelo de la ciudad permitiría una mejor planificación urbana y evitaría los errores cometidos en el Colón, la Biblioteca Nacional o sótanos de particulares. 

Tres imagenes antiguas del Arroyo Maldonado

Pintura de Horacio March