miércoles, 5 de agosto de 2015

EL AGUATERO

EL AGUATERO



El aguatero, como su nombre lo indica, vendía agua. Era un personaje muy importante para los barrios porque en esa época no había cañerías que transportaran el vital elemento a las casas, por lo que las personas dependían exclusivamente de este señor para asearse y beber.

Se reunían en las principales fuentes de las ciudades para abastecerse de agua y distribuirla a las casas de los compradores o venderla por la calle.

Con la llegada del servicio de agua potable a principios de 1900, el oficio de aguatero empezó a caer en desuso y desapareció.


Los aguateros andaban encima de una mula con dos pequeños barriles, uno a cada lado del animal sobre una armazón de madera.
Vestían un sombrero cónico y un delantal de cuero. Llevaban una vara con un garfio en la punta, haciendo sonar un cencerro para anunciar su presencia. Cuando alguien se acercaba a comprar, el aguatero soltaba una de las dos tinajas y sostenía la otra con la vara para evitar que se cayera por la falta de contrapeso.

A comienzos del siglo XIX, la capital argentina, con unos 40.000 habitantes, había desarrollado un reglamento para los aguateros (en su mayoría esclavos de la población negra de la ciudad) marcando los puntos de carga del agua del Río de la Plata, con edictos de la Policía, hasta que brotes epidémicos hicieron necesario traer el agua río arriba, lejos de la costa.


Los "aguateros llevaban en sus pipones de agua del río sobre dos grandes rudas conducidas por bueyes", sistema que funcionaría hasta la conducción de aguas corrientes, ya al final del siglo XIX. De aquel periodo han quedado en la memoria de la tradición pregones y cantinelas como esta:

"Agüita fresca traigo del río,
para que tomen todos los días. ¡aguateroooooo!
¡Agua, agüita para las damas bonitas!.
Soy el aguatero; reparto el agua que al gran río voy a buscar. Es agua dulce para lavarse, preparar mate
y amasar."


Había buenos aguateros y honrados, pero, hay que decirlo, había también otros irresponsables que llenaban sus barriles con agua sucia o en lugares donde otras personas lavaban ropa y daban de beber a los animales. Las autoridades hacían lo posible por fiscalizar para que eso no ocurriera y realizaba controles, pero había demasiados aguateros.

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