viernes, 8 de diciembre de 2017

HIJITUS De Trulalá llegó al Mundo

HIJITUS De Trulalá llegó al Mundo

HIJITUS De Trulalá llegó al Mundo
En Almería, en 1929, nació Manuel García Ferré. 

Con 17 años- escapado de la guerra civil española- recorrió las redacciones de Buenos Aires hasta que en 1952 Constancio Vigil aceptó en Billiken su primera historieta, "Las Aventuras de Pí-Pío". La historia de un canario que pasa de linyera a sheriff en el ecosistema de la imaginaria Villa Leoncia.  En esa saga, Ferré alumbró su sueño más exitoso: Hijitus.

Primitivo y casi ajeno al más difundido, el niño, descendiente de faraones, debutó en la tira en septiembre de 1955. Era entonces de cabeza ovalada y llevaba seis largos pelos y una galera desfondada. Contemporáneo al Tetsuwan Atom (Astroboy), creado con la inocencia y el poder necesario como para detener tragedias atómicas como Hiroshima.

De Villa Leoncia, Hijitus saltó a la tele, 1967, con "Las Aventuras de Súper Hijitus", el primer dibujo animado argentino hecho para TV. A diario, millones seguían la historia de un chico pobre (contemporáneo también al Juanito de Berni) cuyo sombrero mágico lo elevaba a superhéroe protector de Trulalá. Los capítulos de Hijitus iban de lunes a sábado por Canal 13 y se repetían, todos juntos, en los ómnibus históricos "Sábados Circulares" y "La Feria de la Alegría".

El mundo ni enterado, pero Hijitus adelantó el reloj al incorporar personajes reales en sus aventuras: por Trulalá pasaron el animador de animadores Pipo Mancera, el cantante beat Donald y Ulises Barrera, voz del box. Lo mismo, pero después, hizo Matt Groening en Los Simpson.

Frente a enlatados yanquis y japoneses, Hijitus mandaba. Así, pasó a forma cinematográfica y hasta se exportó al resto de Latinoamérica. El merchandising florecía en golosinas, remeras, juguetes y colonias, leche chocolatada, figuritas. García Ferré, como Disney, tenía su imperio. Pero en Trulalá, una ciudad arrabalera, apenas urbana, cuyo héroe vivía en un caño, el "medio caño" que el desarrollismo imaginó como alternativa al rancho.

Es imposible no ver a Villa Leoncia y Trulalá como postales del paisaje cultural argentino. 


"La mayor diferencia es que Disney era un gran conductor para el que trabajaban muchos artistas mientras García Ferré creaba y dibujaba solo".

Solo, como su inocente y poderoso Hijitus, acaso un huérfano trasplantado del horror de la guerra civil española.

jueves, 2 de noviembre de 2017

EL CARRITO ROJO DEL PANADERO YA NO TRAE EL PAN A DOMICILIO

EL CARRITO ROJO DEL PANADERO YA NO TRAE EL PAN A DOMICILIO


BUENOS AIRES YA NO TIENE PAN A DOMICILIO: EL CARRITO ROJO DEL PANADERO


¡Que rico era ese pan! 

Mucho mejor que el de la panadería. 

Esperábamos ese carrito rojo, de la “panificación”, que era precedido por el reiterado sonar característico de su corneta. 
BUENOS AIRES YA NO TIENE PAN A DOMICILIO: EL CARRITO ROJO DEL PANADERO

Nuestras madres salían a su encuentro. El repartidor detenía el carrito, bajaba, anunciaba sus productos, las novedades, y mostraba su carga, abriendo la puerta trasera del carrito. 

Pan Lactal, francés, pan negro integral, baguettes, facturas, emperadores, budines, dulces y todo lo rico que uno deseara. 
BUENOS AIRES YA NO TIENE PAN A DOMICILIO: EL CARRITO ROJO DEL PANADERO

La modernidad se lo tragó.

LOS VENDEDORES DE LOS HELADOS LAPONIA

LOS VENDEDORES DE LOS HELADOS LAPONIA

LOS VENDEDORES DE LOS HELADOS LAPONIA
Cuando era chico, era muy común que pasaran los carritos tirados por un caballo que vendían helado suelto.
El correr de los años trajo los triciclos de reparto con sus cajas blancas o con los colores de la marca, y una marca emblemática era Helados Laponia.Otra, Noel.
Yo te hablo de los años 60 pero la fabrica comienza a escribir su historia en 1930.
LOS VENDEDORES DE LOS HELADOS LAPONIA

Los productos que comercializaban eran, el palito helado, el bombón y los pequeños potes de cartón con tapa que se acompañaban con la clásica cucharita de madera.

Fuente blog Mil Recuerdos

SALON DE LUSTRAR desaparecidos de Buenos Aires

SALON DE LUSTRAR desaparecidos de Buenos Aires

SALON DE LUSTRAR desaparecidos de Buenos Aires

Ya no hay en Buenos Aires. La foto nos muestra uno de 1905.-
En la foto de abajo se ve un local donde también se vendía Lotería y era Cigarrería. (la foto es de 1940)
SALON DE LUSTRAR desaparecidos de Buenos Aires

EL COLCHONERO

EL COLCHONERO
EL COLCHONERO

Entre aquello que el tiempo se llevó están los colchoneros.

Antiguamente transitaban por las veredas de nuestro querido Buenos Aires este típico personaje, que generalmene era inmigrante.-

Se anunciaba al grito de: ¡colchonero!.

Medio siglo atrás, era habitual ver a un colchonero cardando la lana de algún colchón de la familia.

La cardadora, un extraño armatoste de madera y hierro, mezcla de asiento y hamaca manual.

 Con una tijera o cortaplumas abría el colchón para trabajar la lana y provisto de tijeras, grandes agujas y piolín, el colchonero se ubicaba en el asiento y comenzaba su tarea colocando lana en el otro extremo del artefacto, mientras con la otra mano accionaba una especie de hamaca con manivela que se deslizaba sobre una superficie curva.

El trabajo se hacía en el patio o en la terraza: se desarmaba un extremo del colchón y se sacaba toda la lana.

Tras pasarla por la cardadora, se la dejaba secar.


Una vez limpia y desenredada, volvía a introducirla en el colchón

EL BARQUILLERO

EL BARQUILLERO

EL BARQUILLERO

Ya no se ven en las plazas, ni e la salida de los colegios. Tampoco transitan  por las calles de nuestros barrios.

EL BARQUILLERO

Anunciaba su llegada haciendo sonar un triángulo, y en poco tiempo era  rodeado por chicos que saciaban su ansia de golosinas con sus dulces barquillos: unas hojas delgadas de pasta plegada en forma de triángulo o semicírculo.
Tradicionalmente, los barquilleros llevaban sus cestas con barquillos y una ruleta en la que los compradores podían probar suerte.

El juego consistía en dar vueltas a una rueda que apuntaba a diferentes números.

Si había varios participantes, el que sacaba la cifra menor, pagaba todos los barquillos.

Si era una sola persona, pagaba unas monedas y tenía derecho a llevarse un barquillo en cada jugada, salvo cuando caía en la casilla del clavo, en cuyo caso perdía todo lo ganado.